cabecera-cultura
Mapa del sitio I Contacto I Novedades
C/ Mayor, 1 - C.P. 44557 - Tel / Fax: 978 84 91 54

nuestra-historia-header

 

 

 

Índice de contenidos


01- La pandemia de gripe española de 1918 - 1919. Su incidencia en Teruel.

02- Publicaciones aragonesas de interés alojadas en la Red.

 

 

 

pandemia


Contenido

Contexto.
Antecedentes.
El virus y su comportamiento.
Origen y desarrollo.
Los remedios.
La gripe en Teruel.
Conclusiones.
Notas.
Fuentes.
Descargas.

 

 


Contexto


En este 2014 se cumplen 100 años del inicio de la Primera Guerra Mundial, la llamada "Gran Guerra", el primer gran conflicto armado a escala global que conmocionó al mundo y que, según el presidente norteamericano Woodrow Wilson, era la guerra que "acabaría con todas las guerras". La historia se encargó, sangrienta y lamentablemente, de desmentir esta ingenua promesa que disfrazaba el más cínico de los mesianismos. Con acierto el húngaro Iván Bered propuso y el historiador británico Eric Hobsbawm desarrolló, la idea de que el siglo XX fue el más "corto" de todos los siglos, pues empezó en 1914 con esta guerra y terminó en 1991 con el colapso y la desaparición de la U.R.S.S. Y sus razones les avalan, esta Primera Guerra fue abordada por los países beligerantes con una visión y estrategia decimonónica, se pensaba en un conflicto corto que terminaría para las navidades de ese mismo año y la magnitud del horror al que debieron enfrentarse acabó con la heroicidad y nobleza que, hasta ese momento, se le otorgaban a las guerras. Este conflicto inauguró la era de la muerte a gran escala, el Dulce et decorum est pro patria mori (Dulce y honorable es morir por la patria) de Horacio fue eficazmente desmentido por el horror de las trincheras. Y por el poeta británico Wilfred Owen en el poema homónimo (1).

La guerra fue recibida en todos los países involucrados como un bálsamo tras el "monótono" período de paz que había transcurrido desde la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871). Cinco años antes del comienzo de la contienda los futuristas ya veían en la guerra un método para imprimir un carácter más dinámico y regenerador a la vida. "Queremos glorificar la guerra, única higiene del mundo..." proclamaba el padre del futurismo, Filippo Tommaso Marinetti, en su provocador Manifiesto Futurista escrito en 1908 y publicado en febrero de 1909 por el periódico Le Figaro de Francia. El casi medio siglo sin guerras había llevado a Europa, según muchos intelectuales y artistas belicistas, a un estado tal de molicie que la noticia del inicio de las hostilidades fue festejado con enrolamientos voluntarios masivos, grandes desfiles acompañadas por exultantes bandas militares y coloridos uniformes, con vítores a la patria y una alegría que pronto mutaría en nerviosa crispación. En cuatro años entre diez y treinta y un millón de personas murieron víctimas de una desgastante guerra que presenció el rápido desarrollo de una industria y tecnología bélicas que convirtió a la incipiente aviación en una temible arma de ataque, presenció el nacimiento del tanque de guerra, el submarino, el lanzallamas, el camuflaje, los bombardeos contra poblaciones civiles y la guerra química, entre un gran etcétera de aspectos y metodologías que preconfiguraron y caracterizan a los conflictos armados contemporáneos. Puede decirse que en 1914 se escribió el guión completo de los siguientes 77 años de historia pues todos los sucesos acaecidos a partir de ese momento parecen haber sido generados como consecuencia del "efecto dominó" que provocó la muerte del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo el 28 de junio.


pandemia01
La pandemia añadió más muerte y desolación a una Europa que vivía los estertores de la Primera Guerra Mundial.


Pero el tema de hoy se centra en otro letal aspecto que puede interpretarse como parte de la herencia maldita que el conflicto legó a sus sobrevivientes y generaciones venideras. Me refiero a la gran pandemia de gripe que azotó al mundo en el bienio 1918-1919. Es difícil meterse en la piel de la gente de aquella convulsa y no tan lejana época. Casi sin dudas uno puede deducir que estarían embargadas por un visión apocalíptica, se sentirían como incómodos protagonistas del fin de los tiempos tras haber padecido cuatro años del mayor y más devastador conflicto histórico registrado hasta ese momento. Cuatro imperios desaparecieron para siempre como consecuencia del magno conflicto, el Alemán, el Austrohúngaro, el Ruso y el Otomano, y tras estas grandes debacles políticas, que reconfiguraron el mapa geostratégico mundial, los que lograron escapar a la carnicería tuvieron que sufrir el fulminante azote de la peor pandemia de la historia, que causó entre 50 y 100 millones de víctimas (2) (entre el 2,5 y el 5% de la población de la Tierra de aquel tiempo) e infectó entre el 20 % y el 50 % de la población mundial. Entre las víctimas hay que contabilizar los 17 millones que murieron en la India, las entre 500.000 a 675.000 muertes registradas en EEUU (se cree que fueron más), las 400.000 registradas en Italia, las entre 240.000 y 400.000 en Francia, las 260.000 en España y las 225.000 del Reino Unido. Diversas fuentes están de acuerdo en calcular que en Europa enfermó hasta el 50% de sus habitantes, falleciendo el 0,5% de toda su población.

El blog Halcones de la Historia añade: En Alaska (en el pueblo inuit de Fairbanks de los 80 habitantes, 72 murieron en solo una semana) y Sudáfrica, murieron comunidades enteras. En Australia murieron unas 10.000 personas y en las Islas Fiji murió el 14% de la población en sólo dos semanas, mientras que en Samoa Occidental el 22%. En Chile murieron 24.000 personas y en cuanto a China no hay cifras oficiales aunque se calculan en cerca de 20 millones de muertes (3).

Indudablemente el sentimiento de fragilidad, precariedad y fatalidad que atenazaría a esa castigada y temerosa población mundial sería angustioso y lacerante.

La "peste" que asoló el planeta fue mal llamada "Gripe española" (también conocida como dama española, influenza española, muerte púrpura o peste púrpura), debido a que fue la prensa española, no sujeta a censura por ser un país neutral durante el conflicto, la que difundió la noticia mientras los países beligerantes aplicaban una estricta censura de prensa para no desmoralizar a la población civil y la tropa. De hecho, en código militar, en Francia se la conoció como la "enfermedad once". Según comentan algunos autores, a finales de la primavera de 1918 la agencia de noticias Fabra envió un teletipo a Reuters informando de que “una extraña forma de enfermedad de características epidémicas ha aparecido en Madrid. La epidemia es de carácter benigno. No se han registrado defunciones” (Avances y tendencias actuales en el estudio de la pandemia de gripe de 1918-1919, Dr. Alberto González García). En mayo las autoridades españolas confirmaron la existencia de la enfermedad. La denominación de gripe española fue acuñada por la Royal Academy of Medicine de Gran Bretaña. Las autoridades españolas alegaron que la enfermedad se había introducido en el país desde Francia a través de los Pirineos pero el nombre dado ya no fue quitado.

La epidemia fue causada por un brote de Influenza virus A del subtipo H1N1. La H y la N significan hemaglutinina y neuraminidasa, las dos proteínas de la cubierta de cualquier virus de la gripe, y los números que las siguen designan los grandes subtipos de estas dos proteínas. A diferencia de otras epidemias, las principales víctimas se encontraban en una franja de edad joven (entre 15 y 35, 20 y 40 años), un patrón de mortandad completamente nuevo y característico de este virus (4). Lo normal hasta esa época era que las víctimas se registraran entre los menores de un año y los mayores de cincuenta. La única epidemia "atípica" que rompió este patrón antes de la de 1918-1919 fue la acaecida en el bienio 1781-1782, considerada la más grave del siglo XVIII. Fue la única en que los adultos jóvenes registraron los mismos niveles de mortandad que el resto de edades.

 

(Click en la imagen para ampliar y ver posterior pase de diapositivas)

 







Antecedentes


Según comenta Anton Erkoreka en su libro "La pandemia de gripe española en el País Vasco (1918-1919)", el origen etimológico de la palabra gripe proviene del francés grippe que significa “garra”, “gancho”, porque la enfermedad “agarra”, surge sorpresivamente. En inglés y otros idiomas se la designa con el nombre de influenza, vocablo italiano que sirve para dar cuenta de que el mal se vinculaba a factores externos como el aire, la temperatura, los astros, los miasmas, etc.

De las tres pandemias de gripe del siglo XX (1918-19, 1957-58 y 1968-69), la que hoy nos concierne fue la más mortífera. La gripe asiática del bienio 1957-58 provocó cuatro millones de muertes y la gripe de Hong Kong de 1968-69 se cobró la vida de dos millones de personas. La suma de víctimas provocadas por ambas apenas llegan a conformar el 10% de las muertes totales producidas por la pandemia de 1918-19, según los cálculos más extremos.

En el siglo anterior a esta pandemia el planeta había soportado otros tres grandes flagelos. En 1816 surgió la primera "epidemia global" documentada de cólera, que se extendió desde Bengala a la India entera y China. Desde entonces, la OMS ha contabilizado seis pandemias más de este mal.La segunda pandemia (1829-1851) asaltó Europa y Norteamérica en 1832, surgió en Londres y Nueva York ese año y se expandió por la costa del Pacífico norteamericana alrededor del año 1834. La tercera pandemia (1852-1860) afectó principalmente a Rusia. Se calcula que hasta el año 1860 hubo una gran mortandad en India, con 15 millones de muertos y en Rusia, que perdió a dos millones de sus habitantes. Diezmó también las poblaciones de Prusia, el Imperio Austro-Húngaro y Polonia. La cuarta pandemia (1863-1875) se extendió en su mayor parte por Europa y África. En el ámbito nacional, cabe agregar que en España hubo una gran mortandad por la gripe en el año 1885 con 120.000 fallecidos. En el bienio 1889-1890 se habla de una epidemia de gripe que afectó al país, supuestamente proveniente de Rusia, que se conoció como la "Gripe de Gayarre", dado que una de las víctimas fue el joven y célebre tenor navarro Julián Gayarre (1844 - 1890). Como si de un plan diabólico se tratara llegó una quinta pandemia, comprendida entre los años 1899-1923, que se cobró la vida de 500.000 rusos, 800.000 indios y 200.000 filipinos. La sexta pandemia se originó en Indonesia en 1961, "saltando" a Bangladesh en 1963, India en 1964, y la URSS en 1966. Finalmente la última pandemia resurgió en Latinoamérica en 1991, afectando a la casi totalidad de los países (excepto Uruguay y el Caribe) con un saldo de 4.000 muertos.

La viruela fue otro flagelo que "despertó" a principios del siglo XIX y se extendió por casi toda Europa tras provocar la muerte de 827.000 personas en Rusia entre 1804 y 1810. La Guerra Franco-Prusiana (1870-1871), provocó un nuevo brote de esta enfermedad y acabó con la vida de medio millón de personas.

Finalmente en este macabro preámbulo de pandemias que allanaron el camino a la mortal gripe española cabe destacar la tercera pandemia de peste surgida en China en 1855. El mal venía generado por una bacteria, la "Yersinia pestis" y fue transmitida por roedores. Nuevamente en la India, país castigado con saña por estos brotes pandémicos, se registró el mayor número de víctimas con diez millones de muertos desde su aparición hasta fines del siglo XIX. En 1900 resurgió en San Francisco (EEUU) y causó 113 muertos. Cabe recordar que esta es la peste histórica más conocida, especialmente por su segunda irrupción, popularmente conocida como "peste negra" o "peste bubónica", acaecida entre los siglos XIV y XVII y que diezmó a más del 30% de la población europea (25 millones de muertos). La primera pandemia fue conocida como la "peste Justiniana" por el nombre del emperador bizantino Justiniano I, y mató a millones de personas en el Imperio Bizantino, entre los siglos VI y VIII. Según Procopio de Cesarea, destacado historiador bizantino del siglo VI, causó la muerte de 10.000 personas en Constantinopla en el año 542 y de allí se extendió a Italia, Galia y España. Algunas estimaciones sugieren que la mitad de la población europea de la época sucumbió antes de que el mal desapareciera.



El virus y su comportamiento


Según se comenta en Arquehistoria: En su mayoría la gente que murió durante la pandemia lo hizo por neumonía causada por bacterias oportunistas que infectaron a quienes la gripe había ya debilitado. Sin embargo, una parte de los afectados por la epidemia murieron apenas unos días después de que se les manifestaran los síntomas de la enfermedad, víctimas de una neumonía vírica más grave, originada por la misma gripe, que dejo sus pulmones completamente encharcados de sangre o líquido. Además, la mayoría de los fallecidos eran adultos jóvenes de entre 15 y 35 años, un grupo poblacional que rara vez muere de gripe. Los investigadores detectaron mucho tiempo después que se trató de un gripe transmitida por las aves, y no porcina. Tenía, eso sí, 25 mutaciones que lo distinguían de un virus de la gripe aviar típico, y entre ellas debían estar las que le permitieron adaptarse al ser humano. Se supo así que el virus de la gripe española se multiplica 50 veces más que la gripe común tras un día de infección, y 39.000 veces más tras cuatro días. Mata a todos los ratones de laboratorio en menos de una semana.

El mal se apoderaba de sus víctimas repentinamente. Al par de horas el infectado sufría de una debilidad generalizada que le impedía hasta caminar. Sus síntomas eran fuertes dolores de cabeza, dolores musculares, dolores de espalda y articulaciones, así como fiebres muy elevadas, que podían llegar a 41° o 42° en cuestión de horas. Si la fiebre remitía el paciente podía salvarse, de no hacerlo los pulmones se llenaban de fluidos, sobrevenían hemorragias por nariz y boca, bronquitis, neumonía y cuando la víctima adquiría un color negro azulado, síntoma causado por la falta de oxígeno en los tejidos y conocido como cianosis heliotrópica, se sabía que al enfermo le quedaban de dos a tres horas de vida (infalible método que utilizaban las enfermeras en sus recorridos por las salas atestadas de enfermos). En Hoy Digital se comenta que: Las autopsias mostraban pulmones endurecidos, rojos y llenos de líquido. Al observarlo al microscopio, el tejido de un pulmón enfermo revelaba que los alvéolos, las células de los pulmones que usualmente están llenas de aire, se hallaban tan saturadas de líquido que las víctimas morían ahogadas.


pandemia02
A la izquierda tenemos una imagen de microscopio electrónico del virus de 1918 recreado en laboratorio. A la derecha tenemos una variante del virus causante de la gripe de Hong Kong (aumentado unas 100,000 veces).


El sistema nervioso tampoco fue inmune a los estragos provocados por el virus. Hoy se tiene constancia que la gripe puede provocar problemas neurológicos. Todo esto generó oleadas de suicidios, depresiones, crisis de delirios, histerias y comportamientos violentos o apáticos. Según Robert G. Webster, virólogo del Hospital Infantil de Investigaciones St. Jude, en Memphis, la cepa de 1918, en su peor momento, mataba aproximadamente a 42 personas de cada mil. Para mayor desasosiego muchos de los los pacientes que superaban la gripe perecían más tarde debido a las infecciones secundarias, con neumonía bacteriana.

El virus fue ayudado por los movimientos masivos de tropas y la debilidad a nivel inmunológico de los combatientes, sumidos en la tensión y el cansancio, el frío y el hacinamiento. Su casi constante exposición al gas mostaza y otros gases tóxicos, pueden haber incidido en una disminución de la resistencia inmunológica de la tropa, dejándola a merced de la infección. Además los nuevos avances en los transportes y comunicaciones fueron un factor clave para propagar con celeridad la pandemia sobre un abanico cada vez más amplio de países y comunidades. Al respecto señala el doctor Luis Ignacio Amorós:

Las enfermedades han matado más soldados que el fuego enemigo en las guerras hasta la generalización de la asepsia, y sobre todo hasta la aparición de los antibióticos. Es curioso constatar como fue el perfeccionamiento de las armas de fuego (fusiles y artillería) en los siglos XVIII y XIX, al modificar la guerra más o menos ágil y rápida previa, sustituyéndola por frentes estáticos en trincheras insalubres, la que provocó más enfermedades, por las pésimas condiciones higiénicas en que vivían los soldados (humedad, frío, comida en malas condiciones, etc.). En España tenemos el ejemplo de la guerra de Cuba, donde casi el 80% de las bajas (muertos y enfermos con secuelas) de los españoles lo fueron por la malaria, la fiebre amarilla o el dengue. Comprando mosquiteras para todos los soldados y con una buena alimentación se hubiesen evitado la mayoría.



Origen y desarrollo


Hoy en día todo apunta a que el virus no se originó en el Tíbet. Durante un tiempo se pensó que la plaga surgió como un brote de enfermedad pulmonar en China difundido a través de mano de obra emigrante asiática por EE.UU. y Francia. Dado que ya se habían generado en Asia brotes epidémicos en 1847, 1890, 1957 y 1968 todo apuntó, en una primera evaluación, a que el origen del mal era asiático.

Como dice el Dr. Alberto González García, de Universidad de Castilla-La Mancha, en su artículo Avances y tendencias actuales en el estudio de la pandemia de gripe de 1918-1919: desde la zoología se confirma que el sudeste asiático constituye un importante reservorio de gripe. El sistema de agricultura arroz-pato-cerdo pudo contribuir a la creación de esta variante del virus. Para mantener los cultivos de arroz libres de insectos, los agricultores liberan bandadas de patos en los arrozales inundados. Cuando el arroz florece, retiran a los patos y los trasladan a estanques. Una vez recogida la cosecha de arroz, se vuelven a soltar los patos en el arrozal para que se coman los restos de la cosecha. De esta forma, además de mantener el arrozal limpio, se engorda a los patos sin coste alguno. Sin embargo, también se mezclan los excrementos de estas aves con las aguas utilizadas para el cultivo del arroz. Paralelamente, tanto arroz, como agua y patos conviven con ganadería porcina de la zona, lo cual favorece el fenómeno de reagrupamiento genético entre virus gripales de diferentes especies. Según esta hipótesis, la llegada de la gripe a Europa se habría producido con el traslado de coolíes chinos para luchar en la guerra (1918).

Los últimos estudios, sin embargo, plantean que el virus de la pandemia surgió entre diez y quince años antes de 1918 por la adquisición de material genético de un virus de la gripe aviar por el virus H1 que ya estaba circulando entre los humanos. Es esta la conclusión del estudio dirigido por el doctor Michael Worobey (2014), de la Universidad de Arizona, en Tucson, Estados Unidos.

La sorpresa provocada por la pandemia dio lugar a diversas hipótesis. Una de ellas fija su posible origen en la base militar británica de Étaples (Departamento francés de Pas-de-Calais) situada a unos veinticuatro kilómetros de Boulogne, entre diciembre de 1916 y marzo de 1917. Allí arribaban mensualmente 100.000 soldados británicos que se entrenaban para marchar al frente y, a su vez, de allí provenían, también mensualmente, unos 20.000 heridos. Allí se encontraba el mayor hospital de campaña que ningún otro gobierno había construido hasta entonces, con una capacidad de más de 22.000 soldados. Desde fines de 1916 acudieron al sitio tropas sudafricanas, indias y portuguesas que se sumaron a las que ya se encontraban estacionadas, de origen australiano y canadiense. Esta gran concentración humana en un sitio de apenas alrededor de doce kilómetros cuadrados, sumada al excremento de las aves de corral (patos, ocas y gallinas) criadas y utilizadas como alimento, los cerdos y los caballos, más el hecho de que el campamento se encontraba en una de las rutas utilizadas por las aves migratorias, de patos y cisnes que iban de Siberia a Sudáfrica, fueron motivo de un brote de fiebres inexplicables que luego se supo que eran de “bronquitis purulenta”, lo que hoy se diagnosticaría como Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS).

También existieron teorías estrambóticas, como la que decía que la enfermedad era provocada por el rocío que se asentaba sobre los soldados al dormir estos a la intemperie. Se habló incluso de una partida de latas de conservas provenientes de la neutral España que fueron manipuladas e inoculadas del virus por los alemanes. Sin embargo estudios norteamericanos más rigurosos corroboran la aparición del virus en el campo de entrenamiento ubicado en la Fortaleza Riley, en Funston, Kansas, entre el 4 y el 11 de marzo de 1918. En esa semana el número de ingresos en el hospital del campo se elevó a 522. Otras fuentes citan como foco de inicio el Condado de Haskell, donde se encontraba la mencionada Fortaleza, en enero de 1918. Haskell era un condado rural y pobre con una economía sustentada en la cría de ganado y cultivo de la tierra, sobre finales de enero de 1918, Loring Miner, el médico del condado, se enfrentó a una súbita epidemia de gripe con complicaciones pulmonares que derivaban en la muerte del paciente, la mayoría de ellos jóvenes y saludables.


pandemia03
Soldados presenciando un partido de fútbol en el día de Acción de Gracias en Camp Funston. Obsérvese la impresionante aglomeración humana.


Funston era un sitio inhóspito, se concentraban allí unos 56.000 soldados en entrenamiento militar, juntamente con miles de mulas y caballos. La enorme acumulación de excrementos de los animales sumado al calor, la rapidez del virus para reproducirse y los grandes movimientos de tropas fue lo que propició la expansión de la enfermedad. Hay que tener en cuenta que 24 de los 36 principales campamentos estadounidenses sufrieron graves epidemias de una gripe diferente a la común en el bimestre marzo-abril de 1918. Según informes del ejército norteamericano poco después surgieron otros brotes en Virginia, Carolina del Sur, Georgia, Florida, Alabama y California. También estallaron focos de influenza y neumonía grave en los buques de la Marina anclados en los puertos de la costa este.

Esta primera oleada, de marzo a junio de 1918, no causó muchas víctimas (se cree que el 10% de las víctimas totales) e inmunizó a los afectados frente a la segunda, lo que demuestra que el virus era distinto. Esa fue la causa por la cual las tropas norteamericanas pudieron trasladar el virus de EEUU a Europa. Fue este segundo brote (probablemente un virus recombinado de origen mixto, aviar y humano) el que conformó la ola principal de la pandemia global (causando el 64% de las muertes), que tuvo lugar de septiembre a noviembre de ese mismo año. En numerosas zonas se sufrió incluso una tercera ola (con el 26% de las muertes totales), muy grave, que se extendió de marzo de 1919 hasta junio de 1920. Comenta el Dr. Alberto González García que algunos lugares, en cambio, sufrieron una única ola en 1919, o se mantuvo una persistente incidencia de gripe hasta bien entrado 1920. En este último caso, no está claro si fue una cuarta ola o una nueva epidemia asociada a una cepa diferente de virus.

Algunas fuentes confirman la llegada de la epidemia a Francia entre abril y mayo de 1918, más específicamente al campamento número cuatro de Burdeos en la tercera brigada de Villers-sur-Coudun en el Departamento de Oise, y en el campo de entrenamiento de Fère-Briange. A mediados de abril aparece un brote en la American Expeditionary Force en los campamentos de Marne y Vosges, con los mismos síntomas que los de Camp Funston. Estos síntomas eran en general leves, por lo que los médicos de la AEF lo calificaron como fiebre de los tres días. Sin embargo la epidemia comenzó a manifestarse con cruenta intensidad en el puerto de Brest sobre el 22 de agosto de 1918. Esta oleada volvería, de manera fulminante, a su lugar de origen a través de barcos de transporte de tropas o cargueros de suministros, que salían de los puertos franceses rumbo a los Estados Unidos comenzándose a registrar las primeras víctimas a mediados de septiembre. Hay que tener en cuenta el enorme trasiego humano que provocó la guerra. Se calcula que entre abril y noviembre de 1918 cruzaron el Atlántico un millón y medio de soldados. Según un artículo publicado en la Revista Rolling Stone en septiembre de 1998 por Hillary J. Johnson: Uno de los brotes más severos se produjo en septiembre de 1918, entre los 45 mil reclutas acuartelados en Camp Devens, cerca de Boston. En un mes, los médicos identificaron 17 mil casos de gripe y vieron morir a casi 800 soldados. En otro destacamento, un comandante se suicidó de un balazo en la cabeza después de que murieron más de 500 soldados jóvenes. Los civiles tampoco quedaron a salvo, Nueva York contabilizó 33.000 víctimas, en Filadelfia murieron casi 13.000 personas en pocas semanas. En Boston, las autoridades cerraron bares, escuelas y demás espacios públicos. En la californiana prisión de San Quintín murieron de gripe tres cuartas partes de los 1900 presos. Los policías de Chicago tenían órdenes de detener a todo aquél que estornudara o tosiera en público.

En el escenario bélico europeo los aliados se ven afectados por esta segunda fase pandémica, son miles los soldados enfermos y pronto la pandemia se ceba también con las tropas alemanas. A partir de julio de 1918, 700.000 soldados alemanes fueron evacuados por esta causa. El general Erich Ludendorff, Jefe de Estado Mayor junto a Paul von Hindenburg, declaró posteriormente que fue la gripe la que propició el fracaso de su última ofensiva, con las más de cien divisiones que se habían trasladado del frente este tras la firma del tratado de paz de Brest-Litovsk con Rusia. Es por eso que muchos historiadores atribuyen a la gripe el fin a la Primera Guerra Mundial. Lo cierto es que para el verano de 1918 toda Europa estaba contagiada y algunas poblaciones llegan a quedar deshabitadas. “Fiebre de las moscas de arena” fue llamada por los italianos, Blitzkatarrh o “Fiebre de Flandes” por los alemanes, “bronquitis purulenta” por los franceses y “Muerte Púrpura” según los americanos, cualquiera fuera el nombre dado las víctimas no dejaban de perecer a millares.

Recordemos además que la peor pandemia de la historia encontró en el territorio europeo un terreno idóneo para propagarse y multiplicar sus devastadores efectos. Para empezar cabe destacar que aún no se habían descubierto los antibióticos (la penicilina se descubrió en 1928) y el virus era muy poco conocido. Hasta 1933 no se aisló el primero de los tres tipos de virus de la gripe, designándose con la letra A. En 1940 se descubrió el virus B y en 1947 el virus C. A eso debe sumársele unas medidas sanitarias muy precarias debido a la guerra, el que no existieran los antivirales y el desgaste lógico de los países tras cuatro agotadores años de guerra, razón por la cual no se tomaron las medidas adecuadas para atajar a este inesperado y mortífero problema. A las carencias sanitarias y alimenticias hay que sumarle también el hacinamiento existente en los hospitales por la ingente cantidad de heridos, lo que fomentó el contagio al no poder ser los enfermos convenientemente aislados. Además muchos de los médicos se habían desplazado al frente dejando aún más desprotegida a la población civil. En pocas semanas la epidemia se convirtió en pandemia y a los cuatro meses el virus se había desperdigado por el mundo. Paralelamente a la extensión del virus por Europa lo fue su mortal esparcimiento a través de Asia por el Océano Pacífico. Sudamérica fue el siguiente escenario pandémico, al que pronto se le sumaron el Pacífico Sur, la India y las costas africanas. Una de las características más notables de la pandemia en Latinoamérica, Asia y Oceanía es que se originó en población civil vinculada al comercio, a diferencia de lo ocurrido en Norteamérica y en Europa, en donde la gripe surgió entre los militares.

Esta onda epidémica se tornó fulminante en el otoño de 1918 pues no dejó ninguna área del planeta libre de su azote y se cobró la vida de ente 21 y 25 millones de personas. Para tener una idea de la magnitud de esta pandemia cabe comentar que provocó más víctimas en veinticuatro semanas que el SIDA en sus primeros 25 años (que mató a 25 millones de personas). Provocó más muertes en un año que la llamada Peste Negra en la Edad Media en poco menos de una década y más norteamericanos (que en 1918 vieron mermada su esperanza de vida en diez años) fallecidos que sus bajas sumadas en las Primera y la Segunda Guerras Mundiales, la guerra de Corea y la del Vietnam.



Los remedios

pandemia04


A continuación transcribo la información que brinda Jesús Urbiola y la web Noticias para el Recuerdo sobre los remedios y medidas sanitarias que se adoptaron para protegerse del flagelo viral:

La (A.P.H.A.) Asociación Americana de la Salud, decía que debía tenerse cuidado con tazas y toda clase utensilios de cocina, aconsejaba lavarse las manos, la higiene personal, evitar a toda costa el agotamiento nervioso y físico. Todas las Agencias recomendaban evitar el agotamiento nervioso. Esto es sumamente importante, ellos observaron, que ante lo que llamaban agotamiento nervioso, era un paso básico para llegar a la enfermedad.

Se aconsejó que se emplearan toda clase de remedios populares y así se hizo. Todas las recetas caseras que tenían las abuelas, de plantas, cebolla, ajos, miel, etc., salieron a la luz pública. Cada americano tuvo que defenderse como pudo de la enfermedad. Esto mismo ocurrió en todo el mundo, cada uno se defendió como pudo. Que esto nos sirva de experiencia.

Los tratamientos eran a base de Salicílicos (aspirina); Epinefrina, para los efectos secundarios de la neumonía. Para la Cianosis, empleaban oxigeno con mascarilla o inyectado bajo la piel.

Como remedio popular, se empleaba la canela en polvo o en forma de aceite con leche para la fiebre. También se daba quinina como tratamiento. Se ponía frío en la cabeza. Incluso en los hospitales, se daban baños de agua templada al principio de la pandemia, más tarde ante la afluencia de enfermos esto se hizo imposible.

También se trataba en los campos militares, con digitalis, gluco-isotónicos y bicarbonato sódico intravenoso. Creo, que incluso se inyectaba trementina. Pero nada, o casi nada de esto funcionó.


pandemia05


La falta de medios sanitarios se dejó notar en muchos pueblos, en algunos casos por verse los únicos facultativos afectados por la enfermedad. Los remedios dados no eran muy efectivos y las medidas profilácticas no acertaron mucho más allá de evitar las reuniones y el contacto con los enfermos. Muchas de ellas estaban encaminadas a evitar enfermedades sobrepuestas a la gripe, y otras medidas parecían más inspiradas por la lucha contra el agente transmisor de la peste que contra una gripe. No faltaron los comerciantes que decididos a salvar a quien sólo se puede agarrar a un clavo ardiendo, vendían sus productos con consignas como:

"La epidemia reinante se evita desinfectando con Zotal", o "Epidemias contagiosas se evitan lavándose con jabón Zotal".

"Contra la grippe, tratamiento análogo al de Panticosa [...] por medio de agua bebida, inhalaciones, pulverizaciones y duchas nasales. Consulta médica de 11 a 12, C/ San Miguel, 12, Zaragoza".

"Contra la grippe, desinfectante ideal. De resultados inmediatos y seguros, de aplicación fácil para habitaciones, ropas, reservados y todo cuanto pueda constituir foco de infección. Botella de 1 litro 0,65, tomando 10 litros o más sin envase a 0,40. Abonamos por envase vacíos 0,20. Casa de Rived y Choliz."

En Halcones de la Historia se dice que: Los remedios que adoptaban los enfermos, muchas veces, eran caseros. Así, en el pueblecito burgalés de Rabanera del Pinar, se trataban con las llamadas píldoras de la O, jarabe, medicinas caseras, flor de malva, manzanilla o té.


ld

Clicando en el icono pueden abrir y descargar las instrucciones profilácticas aconsejadas por la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao para combatir la epidemia gripal (Seis páginas y 497,8 kb de peso. Extraído del libro de Anton Erkoreka, "La pandemia de gripe española en el País Vasco (1918-1919)").

 



La gripe en Teruel


En España hubo cerca de ocho millones de personas infectadas. Con respecto a las víctimas mortales algunas fuentes citan entre 147.000 y 169.000 las muertes acaecidas aunque un estudio hecho por el Hospital Clínico de Barcelona sitúa las víctimas en 260.000 (5). La elevada mortalidad supuso un crecimiento neto negativo de la población española en 1918, hecho solo repetido en el año 1936. En un principio las autoridades no supieron atajar el problema. En algunos sitios se tardó cinco meses en declarar la epidemia y en otros los desbordados servicios sanitarios fueron auxiliados por una movilización voluntaria de los estudiantes de medicina.

Muchas de estas víctimas fueron adultos jóvenes y saludables, a diferencia de otras epidemias de gripe que afectan a niños, ancianos o personas debilitadas. El primer brote de gripe surgió en los meses de mayo y junio de 1918 y fue bastante benigno. Se cree que subió desde Portugal, Andalucía y Extremadura (6). Algunos estudios han concluido que la segunda onda epidémica entró en el país a través de los ferrocarriles, por Irún. Los portadores eran los soldados portugueses, que volvían del frente occidental a su país. También se baraja la hipótesis de que la epidemia se introdujese en España a partir del tráfico de trabajadores españoles y portugueses que se desplazaban masivamente hacia a los campos franceses cercanos a los campamentos militares. Como curiosidad cabe destacar que aquí el mal fue bautizado con el nombre de “Trancazo” o “Soldado de Nápoles”, debido a que estaba de moda la canción “Soldado de Nápoles” de la Zarzuela “La Canción del Olvido”. Según la "Gran Enciclopedia Aragonesa" esta gripe costó a Aragón unas 10.000 vidas. Algunos estudios hablan de una última ola tardía que ocurrió entre enero y mayo de 1920 y que afectó a niños menores de un año (carentes de la inmunidad contra el virus de 1918) y que produjo 17.841 muertos.

La plaga comenzó a manifestarse a partir de mediados de septiembre de 1918. Sobre mediados de noviembre se calcula que la epidemia desaparece, o sea que nuestra comunidad padeció dos intensos meses de muerte y desazón. Los periódicos, únicos protagonistas mediáticos de la época, llevaron a cabo un pormenorizado seguimiento de los sucesos, que calaron profundamente en la sociedad aragonesa de la época. La peste no sólo provocó un obvio descenso de la demografía, sino que también alteró hábitos tradicionales, como la suspensión de las fiestas del Pilar, en Zaragoza y Calanda o la prohibición de visitar los cementerios, para evitar las grandes aglomeraciones, que facilitan el contagio.

En Noticias para el Recuerdo se dice que el 21 de septiembre de 1918 se publicaban en los periódicos aragoneses las instrucciones sanitarias del gobernador en las que se instaba a los ayuntamientos a convocar Juntas Municipales de Sanidad adoptando las medidas que consideren oportunas para evitar la presentación e impedir en lo posible su expansión, teniendo presente que el vehículo para ello es el aire y por tanto ha de procurarse por todos los medios la pureza del mismo, para lo que deberá ordenarse la más exquisita limpieza en la vía pública y en el interior de las viviendas, procurando para ello levantar la menor cantidad posible de polvo, para lo que, en los pueblos en que exista ganado deberá procurarse encerrar fuera de los pueblos, y de no ser posible esto, conducirlos por el exterior o siguiendo el camino más corto". También "se evitará el depósito de estiércoles [...] aun cuando el germen de la enfermedad no se propaga por intermedio del agua debe procurarse la mayor pureza de ellas, por su influencia en el buen estado del aparato digestivo.

La medicina de la época se vio desbordada al no tener un remedio eficaz para la lenta pero inexorable hecatombe que desangraba a los pueblos en un goteo desesperante de muertes. Destacan por su gallardía ante tan dramática situación héroes anónimos, personal municipal, médicos, para quienes muchos ayuntamientos solicitaron la Cruz de la Beneficencia, y sacerdotes, estos últimos brindando auxilio espiritual a las víctimas en sus últimos estertores. Muchos alcaldes garantizaron un abastecimiento mínimo de productos indispensables para hacer frente a la situación y aseguraron condiciones mínimas de higiene para evitar la propagación del mal, los médicos sacaron "fuerzas de flaqueza" para poder atender al gran contingente de afectados y hubo casos heroicos, como el del practicante jubilado de Albalate del Arzobispo, o el del médico de Ariño, que debió asistir a los enfermos de Alacón, por la vergonzosa huida del médico titular, apellidado Faulas, dejando a todo el pueblo abandonado a su suerte, con 200 enfermos.

 

(Click en la imagen para ampliar y ver posterior pase de diapositivas)

 




El profesor de Historia Cándido Marquesán Millán ha llevado a cabo una interesante recopilación de notas de prensa de los periódicos Heraldo de Aragón y El Noticiero que ilustran la situación en tierras aragonesas. Por los datos ofrecidos sabemos que a los infectados se les denominaba "invadidos" y los informes, brindados por corresponsales en Urrea de Gaén, Samper de Calanda, Escatrón, Teruel, Caspe, Híjar, Alacón, Albalate del Arzobispo, Castelnou y Jatiel, hacen especial énfasis en la importancia de la higiene para evitar la multiplicación epidémica.

El Heraldo de Aragón, en su edición del 12 de octubre, dice que en Urrea de Gaén Familias enteras están en cama y más de media población está invadida. Unos mueren por congestión bronco-neumónica; y otros degeneran en fiebres tifoideas. Mueren muchos niños de pecho, porque sus madres no los pueden amamantar. Hay muchísimas defunciones. En 11 días se dieron 700 casos y 40 defunciones, teniendo el pueblo en aquella época unos 1.258 habitantes.

Uno de los principales problemas que se derivaron del contagio fue la carencia de alimentos básicos como la leche y la carne, razón por la cual el Ayuntamiento de Samper de Calanda los ha suprimido de los cafés y casinos, y, además, ha encargado leche condensada (El Noticiero, 16 de octubre). A las rogativas para solicitar el favor divino (cuyo masivo carácter era contraproducente) se le sucedían desesperados pedidos de ayuda sanitaria que nunca llegaban.

El 19 de noviembre El Noticiero comunica que, en Samper de Calanda, La Junta de Sanidad está tomando decisiones, pero se podía extremar más. Emigrantes y vecinos, que trabajaban ausentes de su patria chica, regresan y se da el caso que, casi todos, vienen enfermos y han tenido alguna baja. Convendría someter a los viajeros a observación en un lazareto, y para eso tenemos la ermita de Santa Quiteria, muy aireada y que podría servir de lugar de aislamiento, tras ser desinfectada.

Los enterradores se han declarado en huelga. No tenemos leche, ni huevos, y la leche condensada, la poca que había, está en precios muy caros. Para solucionar estos problemas, el alcalde ha actuado rápido; ha montado un nuevo servicio de enterradores y ha decomisado las latas de leche condensada, que se venden en la Casa Consistorial. El farmacéutico está haciendo todo lo posible para que no falte este artículo
.

Las muertes afectan al tejido social y también al económico pues el mismo periódico dice que se están produciendo abusos en los precios de los alimentos necesarios para los enfermos, como son los huevos, la leche y la gallina. Los huevos se pagan a 30 céntimos la unidad. La leche a 40 céntimos el litro. A una persona pudiente de la localidad se le ha cobrado a 16 pesetas una gallina. Incluso El miedo en los pueblos hace que no salgan a recoger el azafrán, por ello se está perdiendo la cosecha de este producto. En cambio, en otros años iban cuadrillas de pueblo para recogerlo. (El Noticiero, 25 de octubre). En otros sitios, como Blesa, se comenta que Estamos en plena cosecha del azafrán, y siendo muy buena, será mermadísima, debido a que en todas las casas existen enfermos de gripe, y teniéndolos que cuidar y por falta de braceros, abandonan la cosecha, lo cual supone una pérdida de unos miles de pesetas. (El Noticiero, 26 de octubre de 1918).

Pronto se deduce que la higiene es vital para detener la plaga, por lo tanto las Juntas de Sanidad decretan el cierre de las escuelas, desinfección de las viviendas de atacados, traslado de los muertos, acto seguido, al depósito, sin toques de campanas ni funerales; sitio adecuado para lavar las ropas de los infectados; aislamiento completo de los enfermos; prohibición absoluta de venta de pescados; aconsejar no visitar a los enfermos; blanqueo de las viviendas; desaparición de los estercoleros; y regado, a diario, de calles y, a ser posible, con Zotal". Se insistía en "la conveniencia de respirar aire puro, por lo que no deberán permanecer mucho tiempo en locales cerrados y donde se agrupen muchas personas [...] establecer una prudente ventilación de las habitaciones.

En caso de enfermedad debe extremarse estos cuidados, procurando el posible aislamiento de los enfermos, teniendo especial cuidado los encargados de su asistencia en los productos de su eliminación, muy particularmente en los procedentes del aparato respiratorio, evitando respirar el aire aspirado por aquellos, particularmente con la tos; las ropas de enfermos deberán ser desinfectadas o esterilizadas [...] lo mismo que las habitaciones de enfermos o convalecientes, teniendo presente [...] que las recaídas [son] siempre graves ...

En algunas casas todos los integrantes de una familia han muerto y la especulación es combatida por las autoridades municipales que han decomisado a los deshonestos industriales los botes de leche, y se venden en el Ayuntamiento a precio de tasa". En Caspe el mal "sigue su acción devastadora; de tal modo que la población está influida de un pánico horroroso. Los campos están desiertos, por las calles sólo se ve algún transeúnte, por hallarse todos encerrados en sus casas...Ayer había en el cementerio 13 cadáveres; las invasiones seguían aumentando y lo mismo ocurría con las defunciones. (El Noticiero, 25 de octubre).

En Teruel no puede entrar nadie sin certificado de salud. El Heraldo de Aragón, en su edición del 26 de octubre, destaca el agradecimiento de Alacón, que perdió a 23 de sus habitantes y sufrió 800 afectados entre el 2 y el 26 de octubre, a la esforzada labor del médico de Ariño: Debemos estar profundamente agradecidos al médico de Ariño, D. Tomás Quintana, que nos ha atendido convenientemente, a pesar de estar a 12 kilómetros Ariño, y que en este pueblo tenía sus propios enfermos. Este pueblo le estará siempre agradecido.

En Castelnou y Jatiel en 20 días y entre los dos pueblos, han fallecido 32 personas; el 4% de sus habitantes. En Albalate del Arzobispo...desde el 28 de septiembre se han producido 2044 invasiones, con 52 muertes, en un pueblo que consta de una población de 4.500 habitantes. Las muertes se han producido, sobre todo, en gente joven. Hoy afortunadamente se abren las escuelas. Gran papel autoridades, médicos, sacerdotes y hermanas de Santa Ana. (Heraldo de Aragón, 14 de noviembre). En La Puebla de Híjar las defunciones en el mes de octubre han sido 74; adultos 53 y párvulos 21. En Vinaceite la enfermedad llegó a atacar hasta 235 personas y se produjeron 18 muertes. En Letux los atacados fueron unos setecientos, más del sesenta por ciento de la población, muriendo treinta y cinco personas en veinticinco días (entre el 9 de octubre el 5 de noviembre), que llenaron el pueblo de dolor y angustia. El médico titular fue el primero en morir. El 29 de octubre Calanda reportaba más de 70 defunciones hasta el día 26.

En la ya citada web Noticias para el Recuerdo se añade que el 6 de octubre Oliete apareció ya en el Heraldo de Aragón, por la gravedad de la epidemia. Tras las fiestas que celebraron los días 14, 15 y 16 de septiembre se desarrolló la grave enfermedad alarmando a los habitantes. Más de cuarenta nuevos enfermos había cada día, iniciando la enfermedad con una fiebre de 40 a 41º, degenerando en bronconeumonías y fiebres tifoideas (estas últimas debido a las malas aguas consumidas). El número de atacados pasaba de 400 y las defunciones en aquellos últimos días pasan de 15, y entre los enfermos hay graves más de 60. En algunos pueblos próximos se publicaron bandos prohibiendo a sus moradores que fueran a esta población. De Muniesa, según el testimonio de la citada web, nos cuenta Guayar en su "Historia de Muniesa" que El silencio más profundo pesaba como un plomo sobre las calles del pueblo. Los cadáveres eran llevados silenciosamente en carros al cementerio, pues portadores no había, y la epidemia parecía que no iba a tener fin. Alcañiz sufre sesenta muertes y 1000 invasiones y en Caspe, el 15 de noviembre, se declaró que estaba extinguida la epidemia con un saldo de 285 defunciones.

En otros sitios de la geografía nacional el impacto de la epidemia fue mayor. En Luarca (Asturias), por ejemplo, de los 2000 habitantes que poseía perdieron la vida 404 y en Pamplona, de 30.000 murieron alrededor de 1.324. En Barcelona la mortandad desbordó a las autoridades y fue necesario pedir la ayuda del ejército para hacerse cargo del transporte y enterramiento de los cadáveres.

 



Conclusiones


Como conclusión puede decirse que esta pandemia fue el más duro de los castigos que pudo haber recibido un mundo que salía tambaleante de su primera gran carnicería masiva, un conflicto que abonaría la llegada de la aún más atroz Segunda Guerra Mundial. Tras esta tragedia Occidente quiso sedar su dolor entregándose al más despreocupado y fútil de los hedonismos, por lo menos hasta fines de 1929, cuando recibió la gran bofetada de la crisis de Wall Street, que la hizo despertar de su voluptuoso sopor.

En el ámbito médico muchos expertos son de la opinión de que la cuestión no depende de si la gripe volverá o no a aparecer, sino cuándo y cómo lo hará. Se calcula que aproximadamente cada once años aparece un nuevo brote de gripe importante, y cada treinta, uno muy grave (7). El último episodio de gripe aviar (virus H5N1) apareció en Hong Kong en 1997, el rápido sacrificio de la totalidad de la población de aves de corral (1,5 millones en tres días) evitó la pandemia. Este podría ser el desencadenante de una próxima pandemia de funestas consecuencias. Actualmente la inmunización ayuda a combatir el virus si se identifica la cepa específica y las vacunas se preparan a tiempo. Además el número de muertos sería hoy menor debido a la existencia de antibióticos que logran evitar muertes debidas a neumonías secundarias causadas por bacterias. También existen fármacos eficaces contra algunas cepas de la gripe. Pero a pesar de todos los avances médicos y sanitarios actuales la comunidad médica no posee una cura definitiva y eficaz en caso del resurgimiento de un virus tan potente. El virus de la gripe está continuamente cambiando su composición genética, lo que lo torna más resistente y le otorga una mayor inmunidad frente a las vacunas. La OMS considera que el virus H5N1 es hoy más patógeno de lo que era en 1997.

Si ocurriera hoy una pandemia de gripe como la del bienio 1918-1919, se cree que podría ocasionar la muerte, en España, a medio millón de personas y en todo el mundo entre 62 y 72 millones fallecerían por la infección. Nuestro planeta está hoy mucho más interconectado, existen actualmente muchos más kilómetros de carreteras y vías férreas que en 1918, hay más autobuses, coches particulares y todo tipo de medio de transporte terrestre, a lo que debe sumársele los miles de aviones que realizan viajes intercontinentales a diario. Todo esto ayudaría a una casi instantánea propagación de la enfermedad. Otro aspecto a tener en cuenta es el de los problemas de desnutrición y falta de higiene que siguen acuciando al planeta, que alberga hoy una mayor densidad de población mundial. De los 1.750 millones de personas que poblaban el mundo en 1918 hemos pasado a los más de 7.000 millones actuales. Las infraestructuras hospitalarias se verían desbordadas por el número de pacientes contagiados como consecuencia de la rápida expansión del virus. Esto provocaría una gran crisis a nivel global que, obviamente, alimentaría a la ya existente crisis económica creando un escenario de pesadilla.

 

Claudio Barragán Sacco
claudiobarragan@hotmail.com
http://claudio.el-area.com/



 


Notas

1- A continuación tiene el poema de Wilfred Owen (1893 - 1918), abatido el 4 de noviembre de 1918 durante el cruce del canal Sambre-Oise, justo una semana antes de que acabara la guerra. Su madre recibió un telegrama que le informaba de su muerte el mismo día en que se firmó el armisticio que daba por concluido el conflicto.

DULCE ET DECORUM EST.

Torcidos, como viejos mendigos bajo sus hatos,
renqueando, tosiendo como brujas, maldecíamos a través del lodo,
hasta que donde alumbraban las luces de las bengalas nos dimos la vuelta
y hacia nuestra lejana posición empezamos a caminar afanosamente.
Los hombres marchaban dormidos. Muchos habían perdido sus botas
Pero abrumados avanzaban sobre zapatos de sangre. Todos cojos, todos ciegos;
Borrachos de fatiga, sordos incluso al silbido de las balas
Que los cansados cañones de calibre 5.9 disparaban detrás de nosotros.

“¡Gas, gas! ¡Rápido, muchachos!”; un éxtasis de desconcierto,
Poniéndonos los toscos cascos justo a tiempo;
Pero alguien aún estaba gritando y tropezando
Y ardía retorciéndose, como ahogándose en cal viva…
Borroso, a través de los empañados cristales de la máscara y de la tenue luz verde,
Como en un mar verde le vi ahogarse.
En todas mis pesadillas, ante mi impotente mirada,
Se desploma boqueando, agonizando, asfixiándose.

Si en algún sofocante sueño tú también puedes caminar
Tras la carreta en la que lo pusimos,
Y mirar sus blancos ojos moviéndose
En su desmayada cara, como un endemoniado.
Si pudieses escuchar a cada traqueteo
El gorgoteo de la sangre saliendo de sus destrozados pulmones,
Repugnante como el cáncer, nauseabundo como el vómito
De horrorosas, incurables llagas en lenguas inocentes,
Amigo mío, no volverías a decir con ese alto idealismo
A los ardientes jóvenes sedientos de gloria
La vieja mentira: “Dulce et decorum est pro patria mori”.



2- Según Anton Erkoreka: Los cálculos más conservadores y en mi opinión más fiables, consideran que la gripe española provocó en todo el mundo la muerte de entre 15 y 25 millones de personas. Pero en los últimos años se han ido publicando estimaciones que elevan ostensiblemente esta cifra hasta los 50 millones o incluso el doble, siendo difundidas estas cifras en los medios de comunicación y distribuidas en internet con un exceso de sensacionalismo o, tal vez, respondiendo a intereses económicos de las grandes empresas que se mueven en el área de la salud. (pag. 16, "La pandemia de gripe española en el País Vasco. 1918-1919").

3- Según Anton Erkoreka: Patterson y Pyle (1991) estudiaron el impacto demográfico de la pandemia calculando que en Norteamérica fallecieron 603.000 personas, con una tasa de 5,3 por mil habitantes (5,3‰); 766.000 a 966.000 en Latinoamérica (8,4-10,6‰); 2.300.000 en Europa (c. 4,8‰); 1.900.000 a 2.300.000 en África (14,2-17,7‰); 19.000.000 a 33.000.000 en Asia (19,7-34,2‰) y 85.000 en el Pacífico (con tasas muy variadas como 2,2-2,4‰ en Australia a 49,6‰ en Fiji). Concluyeron que en todo el mundo fallecieron entre 24.700.000 y 39.300.000 personas y que las tasas por mil habitantes oscilaron entre 13,6 y 21,7.

La revisión de Johnson y Mueller (2002) sugiere 50.000.000 de personas fallecidas (...) Las cifras que propone son 1.540.000 en América; 2.300.646 en Europa; 2.375.000 en África; entre 26.000.000 y 36.000.000 en Asia y 85.000 en el Pacífico (En Samoa Occidental Tomkins calcula una tasa 236,1‰). De esta manera han llegado a la cifra exacta de 48.798.038 fallecidos en todo el mundo. (pag. 24, "La pandemia de gripe española en el País Vasco. 1918-1919").


4- En Infosalus se añade que: Worobey y sus colegas desarrollaron un enfoque con un reloj molecular preciso sin precedentes y lo utilizaron para reconstruir los orígenes de la pandemia del virus de la influenza A H1N1 de 1918 (IAV), el virus H1N1 de la gripe porcina clásica y el linaje de H1N1 estacional postpandémica que circuló desde 1918 hasta 1957 [...] La IAV normalmente mata principalmente a los lactantes y las personas mayores, pero el virus de la pandemia causó una mortalidad extensa en edades de los 20 a los 40 años, principalmente por infecciones bacterianas secundarias, en especial neumonía.

Los autores sugieren que esto probablemente se deba a que muchos adultos jóvenes nacidos a partir de aproximadamente entre 1880 y 1900 fueron expuestos durante la infancia a un virus H3N8 que circulaba entre la población, que tenía proteínas de superficie distintas a las principales proteínas antigénicas del virus H1N1.

Los autores compararon la historia genética del virus con los tipos de anticuerpos presentes en las personas de distintas generaciones vivas en 1918 y con los patrones de muerte por nacimiento al año, no sólo en 1918 sino también en años posteriores. Las líneas combinadas de evidencia sugieren que esta pequeña cuña de la población puede haber sido especialmente susceptible a la enfermedad severa en 1918, mientras que la mayoría de los individuos nacidos antes o después de entre 1880 y 1900 habrían tenido una mejor protección contra el virus H1N1 de 1918 por la exposición de los niños a antígenos relacionados con N1 y/o H1.


5- Según Anton Erkoreka: El Instituto Geográfico y Estadístico estimó en 182.865 el número de personas fallecidas por la epidemia de gripe, de ellas 143.930 el año 1918, 21.094 en 1919 y 17.841 en 1920. Múltiples investigaciones realizadas desde entonces han ido matizando y revisando al alza esta cifra. Uno de los trabajos más destacados ha sido el de Echeverri (1993,118-120) que, basándose en las cifras oficiales y en el exceso de mortalidad del año 1918, ha estimado el número de muertes por la pandemia entre 260.000 y 270.000 (12‰ de la población del país).(pag. 26, "La pandemia de gripe española en el País Vasco. 1918-1919").

6- Según Anton Erkoreka: El estudio de Echeverri (1993, 87-88; 2002, 178) señala que esta primera onda epidémica tuvo una alta incidencia en las provincias del centro de la península cercanas a Portugal, provocando la mortalidad más elevada en Cáceres (0,65 ‰), Córdoba (0,65 ‰), Jaén (0,60 ‰), Badajoz (0,55 ‰) y Cuenca (0,55 ‰). Esta primera onda perdió fuerza de sur a norte y apenas afectó a las regiones más periféricas del norte de la península como Galicia, País Vasco, norte de Aragón o Catalunya (pag. 39, "La pandemia de gripe española en el País Vasco. 1918-1919").

7- En relación a esta cuestión según publica la revista religiosa La Atalaya, de los Testigos de Jehová: En 2003, un artículo de la publicación médica Vaccine advertía: Han transcurrido treinta y cinco años desde que se produjo la última pandemia de influenza, y el intervalo entre pandemias más largo del que se tienen datos fiables es de treinta y nueve años”. Y luego añadía: “El próximo virus pandémico puede surgir en China o en un país cercano, y es posible que incluya antígenos de superficie o factores de virulencia derivados de cepas de gripe animal.

El mismo artículo predecía al respecto: La infección se propagará rápidamente por todo el mundo en varias oleadas y afectará a personas de todas las edades. Habrá trastornos generalizados en las actividades sociales y económicas a escala internacional. La desproporcionada mortalidad alcanzará prácticamente a todos los grupos de edad. Ni siquiera parece probable que los sistemas de salud de las naciones con economías más desarrolladas sean capaces de satisfacer de forma adecuada la demanda de atención médica.

¿Debería alarmarnos tal perspectiva? John M. Barry, autor del libro The Great Influenza, lo expone como sigue: “Un terrorista con un arma nuclear es la pesadilla de cualquier dirigente político. La aparición de una nueva pandemia de gripe también debería serlo”.




Fuentes

Jeurfe
Noticias para el recuerdo
Halcones en la Historia
Arquehistoria
Blog de Concepción Cruz Rojo
Comer, Beber, Amar
Hoy Digital
Preparen los pañuelos, artículo de Hillary J. Johnson para Rolling Stone
Pandemia (Wikipedia)
Infosalus




Descargas

 

ld

Clicando en el icono pueden abrir y descargarse este artículo en formato PDF (30 páginas y 4,14 Mb de peso).

 

log-aud

Clicando en el icono puede escuchar y descargarse este archivo en formato MP3 (70 minutos de duración y 64,7 Mb de peso).

 

 

 

encabezado-publicaciones

 

La Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España lleva, desde hace tiempo, una encomiable labor de digitalización de periódicos y revistas de los siglos XVIII, XIX y XX . Esta superlativo proyecto ofrece miles de documentos, fotografías y diverso material audiovisual en descarga libre y gratuita.

Posee un buscador que permite bucear entre cientos de publicaciones, y también tiene previsto añadir decenas de nuevas publicaciones que indudablemente convierten al sitio en una auténtica joya histórico cultural digna del mayor de los elogios y alabanzas.

Entre este gran cúmulo de material bibliográfico cabe reseñar tres publicaciones aragonesas de los pasados siglos XIX y XX.

 

Aragón Artístico (1888 - 1890)

 

aragon-artistico

 

Revista musical y literaria de periodicidad decenal, siendo su editor-propietario el impresor Félix Villagrasa. Da cuenta de la actividad de esta bella arte en la capital aragonesa, aunque después incluirá una sección titulada Crónicas madrileñas. Asimismo fomentará el movimiento artístico y publicará artículos sobre la historia, obras e instrumentos musicales e, incluso, un folletín musical. También dará cuenta de la actividad teatral y operística y editará piezas musicales clásicas, en una época en que la interpretación al piano era la única forma de escuchar música fuera de las salas de conciertos, dando al mismo tiempo al público local las obras de compositores desconocidos.

Entre sus colaboradores se encuentra el crítico y musicógrafo Ruperto Ruiz de Velasco (1858-1897), así como Agustín Peiró, José M. Alvira, R. Lucas Martínez, Daniel Pardo Gil, G. de Castro, D. Zabalza y J. Liso y Torres, entre otros.

De ocho páginas por número, incluye numerosos grabados, tanto de temas musicales como de otros relacionados con las bellas artes y el costumbrismo.

Pueden encontrar, leer online y descargarse todos los números comprendidos entre el 10 de octubre de 1888 y el 20 de junio de 1890 (Números 01 al 62) en este enlace.

 


Revista de Aragón (1900 - 1905)

 

revista-aragon

 

Fundada y codirigida por el catedrático valenciano y patriarca del arabismo español Julián Ribera y Tarragó (1858-1934) y el historiador zaragozano Eduardo Ibarra y Rodríguez (1866-1944) cuando coincidieron en la Facultad de Letras de la Universidad de Zaragoza. Aparece su primer número en enero de 1900 y ha sido considerada como una de las publicaciones más notorias de principios del siglo veinte, cuyo prestigio creció a nivel nacional y entre los hispanistas en el campo internacional. En ella confluyeron los temas eruditos y de investigación y los de crítica literaria, social y política, todo ello animado por un regeneracionismo conservador de corte universitario y un regionalismo moderado, pues en ella converge un destacado número de profesores y especialistas, a la vez que en su artículo de presentación se señalará en su dimensión regionalista que “para amar a una región no es preciso odiar ni ofender a nadie”. La publicación fue analizada por José-Carlos Mainer Baqué en su obra Regionalismo, burguesía y cultura (1982), de la que señala que apareció “con el impulso económico de la alta burguesía local”.

Será una revista con periodicidad mensual, publicando una sola entrega para los meses de julio a septiembre, al principio de 32 páginas, que muy pronto irá aumentando hasta superar ampliamente el centenar en algunas entregas, y que en contadas ocasiones insertará algunos fotograbados. Su paginación será continuada formando tomos anuales, que en los números de diciembre incluirá, al final, índices arreglados por orden alfabético de autores.

A partir de 1902 sus contenidos son formalmente estructurados en secciones. La de Historia estuvo a cargo del propio Ibarra y Rafael Altamira (1866-1951), y la de Filosofía, a cargo del profesor del Seminario de Zaragoza Alberto Gómez Izquierdo (1870-1930), que utilizará el seudónimo Dr. Grafilinks, y del también clérigo y arabista Miguel Asín Palacios (1871-1944). Al año siguiente, se sumará la sección de Arte, a cargo del crítico José Valenzuela La Rosa (1878-1957); y en 1904, la de Pedagogía, con textos del propio Ribera, y la de Filología e historia literaria, a cargo de Ramón Menéndez Pidal (1869-1968). También cuenta con una sección General, que llegará a tener paginación e índices anuales propios, en la que se incluyen textos de arte a cargo de Elías Tormo (1869-1957) y Vicente Lampérez y Romea (1861-1923); de política internacional, con artículos de Gabriel Maura Gamazo (1879-1963), o una sección varia, con textos del ya citado Ribera, considerado alma de la revista.

La publicación se había propuesto no privarse de tratar ninguna materia y sumará a sus páginas otros textos sobre ciencias, medicina, industria, comercio o agricultura, y sobre acontecimientos políticos, y aunque Ibarra, que utilizó los seudónimos Dr. Bráyer, Anacleto Rodríguez y, probablemente, Un Maestro de Escuela y la inicial Z (para escribir unos cuentos), firmaba una Crónica regional y se enmarcaba ideológicamente en el conservadurismo maurista, la revista se propuso también no “servir” ni a partido ni gobierno concreto alguno. En el plano religioso, se declaró nítidamente católica, pero tolerante.

Dispuso al principio de una sección de Intereses materiales y otra bajo el epígrafe Movimiento intelectual y, más adelante, una de Bibliografía y literatura moderna, que estuvo a cargo de Eduardo Gómez de Baquero (1866-1929), conocido por su seudónimo Andrenio, hasta que dimitió, y que contó también con el trabajo de Ramón Domingo Perés (1863-1956).

Su nómina de colaboradores, sumando los ya citados, fue amplísima y a ella hay que añadir al futuro catedrático de Derecho Canónico afín también al maurismo Juan Moneva y Puyol (1871-1951); al abogado y sociólogo de tendencia demócrata-cristiana Severino Aznar (1870-1959), que fue su revistero teatral además de tener la sección fija Hojas sueltas, en la que expuso su pensamiento social católico; al único socialdemócrata de la revista afiliado al PSOE, el obrero tipógrafo prietista Isidoro Achón Gallifa (1869-1941), que escribirá sobre cuestiones obreras y sociales en la sección General; al notario Luis María López Allué (1861-1928); al político Juan Blas y Ubide (1852-1923), a los abogados Rafael Pamplona Escudero (1865-1929) y Marceliano Isábal (1845-1931), al médico Vicente Gómez Salvo (1862-1937) o a Mariano Baselga (1865-1938). Resalta también en sus páginas, la serie que publica Santiago Ramón y Cajal bajo el título Recuerdos de mi vida; aunque del autor aragonés más notorio entonces, Joaquín Costa, sólo aparecerá un artículo, en la entrega de julio-septiembre de 1902, sobre dialectos aragoneses.

El estudio de Mainer destaca que los temas preferentes de la revista son los de investigación universitaria, principalmente los innumerables trabajos eruditos de Gómez Izquierdo y del grupo arabista formado por Ribera, Asín Palacios y Francisco Codera (1836-1917); y secundariamente los que tendrán como objeto afianzar una conciencia cultural regionalista. Para ello se producirá una fusión entre la investigación histórica y el regionalismo, y en este sentido son también extraordinariamente abundantes los temas aragoneses, con trabajos de Ibarra, como su trabajo sobre los estudios históricos de Aragón, de Asín Palacios y Giménez Soler, además de los de Mariano de Pano (1847-1948), Francisco Aznar Navarro (1878-1927) o Eugenio Salarrullana (1864-1920), sobre documentos de historia del reino de Aragón, así como los de Carlos Riba (1872-1949), Francisco Aguado Arnal o del citado Codera. Como apelación a la conciencia del pasado regional, desde la revista también se impulsó la participación en el III Congreso Histórico de la Corona de Aragón, que se celebrará en Valencia en 1907

Al tema regional se añaden los artículos de viajes de Pano y Moneva, las excursiones pirenaicas y aragonesas de Vicente Castán y del jesuita Longinos Navás (1858-1938), respectivamente; los trabajos de catalogación monumental de Pano, o los textos sobre arte del citado pintor modernista José Valenzuela Larosa.

Además, desde sus páginas se intentó también edificar una literatura regional aragonesa, a través de textos de creación narrativa en los que intervienen los citados Baselga, López Allué, Blas y Ubide, así como los del militar Leandro Mariscal y el abogado José María Matheu (1847-1929), Alberto Casañal (1874-1943), Eduardo Ruiz de Velasco. A ellos se añadirán los cantares baturros, de Gregorio García-Arista (1866-1946), y las coplas festivas de Sixto Celorrio (1870-1924).

Revista de Aragón publicó su última entrega en diciembre de 1905. En febrero de 1906, Ribera, que había sido trasladado a la Universidad Central, e Ibarra, que todavía permanecerá algunos años más en la de Zaragoza, la continuarán pero bajo el título Cultura española, impresa en Madrid. Véase esta publicación también en la Hemeroteca Digital de la BNE.

Pueden encontrar, leer online y descargarse todos los números comprendidos entre enero de 1900 y diciembre de 1905 en este enlace.

 

 

Artes y Letras (1933)

 

arte-y-letras

 

Revista mensual editada por la Sociedad de Amigos del Arte, de Teruel, con el propósito de reavivar las actividades artísticas y literarias en la ciudad y provincia y promover exposiciones, conciertos y certámenes, en donde confluyen, entre otros, los artistas Epifanio Abad y Salvador Gisbert, el poeta Luis Alcusa y Alonso Bea, que con toda probabilidad fue el director de la publicación, y que, en 1939, escribirá Ecos de la gesta de Teruel, con prólogo del general Varela. Debió comenzar a publicarse a finales de 1932 o en enero de 1933, pues la colección de la Biblioteca Nacional de España comienza en su número 4, correspondiente al mes de abril de este año. Sus entregas son, generalmente, de doce páginas, con una cubierta ilustrada ocupada por una fotografía referida a monumentos o edificios turolenses (Los amantes de Teruel, la Torre de San Martín o la Casa Consistorial), en cuyo verso se inserta publicidad comercial local. Salió de la Imprenta B. Villanueva, compuesta a dos columnas.

Comienza cada número con una crónica de Alonso Bea bajo el epígrafe Garabatos, y le siguen otros textos sobre arte, monumentos arquitectónicos, historia, leyendas o estampas de la ciudad, además de otros de carácter creativo, tanto en prosa como en verso. También tiene una sección de Efemérides turolenses y da cuenta de las actividades de la sociedad, entre estas la velada literario-musical celebrada en el Teatro Martín o el certamen literario que organiza. Además de Bea, aparecen textos firmados por Marcial Pastor Sancho, Anselmo Sanz Serrano, Mariano Romance Roda, Alfonso Ferrer, Teodora Barquera, José Anduj o González Quintilla, así como otros bajo iniciales o seudónimos (Diábolo, Randagio).

En sus páginas interiores inserta algunas otras fotografías y dibujos, y el número 7 (julio de 1933) es un extraordinario, de veinte páginas, dedicado a Alcañiz, con un dibujo de M. Rodríguez Llora. El número 11, correspondiente a noviembre-diciembre, también de 20 páginas, es el último de la colección.

Pueden encontrar, leer online y descargarse los siete números (del 04 al 11) comprendidos entre el abril y noviembre de 1933 en este enlace.

 

 

boton-arriba

 

 

Sitio web optimizado para una resolución mínima de 1024x768
Aviso Legal I Diseño: Claudio Barragán I 2012-2020 Ayto. La Mata de los Olmos